Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

Mesa de ofrendas: Costumbres en el Día de “Todos los Santos” y de los “Fieles Difuntos”

ISSN 2422-7226

Año 7 / Edición XLV / Argentina / 01-11-2021 / ISSN 2422-7226

Por el Equipo Editor del Observador Central

Día de “Todos los Santos ”, cuando se dice que las almas regresan a sus casas. El 2 de noviembre, Día de los “Fieles Difuntos ” , es cuando deben visitarlos en los cementerios.

Los homenajes a los muertos no se celebran en todos los lugares al mismo tiempo. La vinculación occidental al 1 y al 2 de noviembre se debe a cuestiones relacionadas con el cristianismo y a sus celebraciones de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos.

Pero en tiempos prehispánicos se conoce que la cultura quechua momificaba a sus muertos y que, en cierta época del año, los dolientes los sacaban de sus chullpares e instalaban una mesa donde les otorgaban alimento. A su llegada, los españoles calificaron este acto como un sacrilegio y poco a poco, las momias fueron remplazadas por las t’anta wawas.

En Argentina se celebra estos días en el norte del país, tiene una fuerte incidencia en las comunidades indígenas, y se conserva la tradición fuertemente arraigada en provincias como Salta y Jujuy

Las mesas para los difuntos encierran una fuerte carga simbólica ya que se considera que las almas vienen solo en este dia del año a visitar nuestros hogares, por ello es fundamental colocar en nuestra mesa a todos los seres que significan, y significaron algo en nuestras vidas.

Se preparan las ofrendas en cada familia, donde las abuelas tienen un papel fundamental porque se encargan de transmitir lo que saben a las siguientes generaciones, inculcan el respeto, rezan y son portadoras de toda la sabiduría que les fue dando la vida.

El 1 de Noviembre las familias ya se predisponen a tener todo listo, a efectos de esperar a las almas de sus seres queridos y homenajearlos con aquellas cosas que a ellos les gustaban en vida. Para ello preparan una gran mesa de ofrendas y una suerte de altar en la cual dejarán comida, bebida, coca, cigarrillos y panes.

Los colores del mantel de la mesa de ofrendas son distintos si el alma es de una persona grande (negro) o un niño (blanco).


Los principales elementos utilizados para armar las ofrendas son:

  • T’antawawas, que son los niños de pan, que recuerdan la pureza de los espíritus.
  • Escaleras de pan, para facilitar la ascensión hacia el cielo de las almas.
  • Cebollas en flor, para que el difunto calme su sed en su viaje.
  • Caballitos y juguetes, para entretener a los espíritus de los niños
  • Retamas en los floreros, para ahuyentar las presencias malas.
  • Un vaso con agua bendita, para rociar la ropa del difunto.
  • Coca, cigarros, vino y refrescos, para que el espíritu se sienta satisfecho.
  • Las velas, para iluminar el camino que recorrerá el alma para llegar a su destino sin dificultades.
  • El plato de comida favorito del difunto.
  • Frutas, todas aquellas que eran de la preferencia del difunto, para que degusten las mismas.
  • Masas de todo tipo, en especial galletas, maicillos, biscochuelos, empanadas, suspiros, yemas y panes en formas de caballos, peces, escaleras y alas, cada uno con un significado.
  • Caña de azúcar, para que sirva de bastón a las almas.
    Y no deben faltar las fotografías y epitafios de los difuntos,
    “En la representación de la mesa para recibir a los muertos debe tener un color, si es hombre será negro, en el caso de que sea mujer se va a preferir el lila y si es un angelito se combinará entre el lila y el blanquito”, dijo el historiador Randy Chávez.
    La tradición señala que los difuntos llegan a visitar a sus seres queridos cada 1 de noviembre al mediodía, por lo que se debe preparar un buen recibimiento con sus alimentos favoritos.

En la Puna, existe la costumbre muy arraigada, de elegir la “madrina” de la mesa, que será la encargada, el último día, de repartir todo lo que quedó en la mesa de ofrendas. En algunos lugares de Jujuy también se hace la ceremonia del “compadrazgo” la cual se realiza entre las personas que reciben “los turcos” y se elige otra que hará la representación del “papito cura” y otra del “sacristán”.

En general se escoge para esos papeles a los integrantes de la familia o amigos que tienen dones histriónicos. Ellos serán los encargados de “bautizar a las guagüitas de pan”, cuyos padres serán los nuevos “compadres” y “comadres”, los que se comprometen a respetarse y cuidarse en ésta y en la otra vida, como parientes que ya son.

 Se preparan primero las cosas saladas en horno de barro, colocándolas en grandes canastas. Es así porque se cree que el alma vendrá acompañada de otros parientes y amigos que invitará a su casa.

Luego se disponen de manera prolija las ofrendas de pan, saladas y dulces, las golosinas y las figuras que simbolizan lo religioso (palomas, cruces, ángeles, escaleras al cielo) y por último se ubican las coronas, las flores (una para cada una de las almas que se esperan) y se pronuncian sus nombres. Los colores claros son para las almas más jóvenes y los oscuros para las más antiguas.

Y entonces llega el momento más importante del ritual: la vigilia.

Esperan toda la noche a las almitas, recordando etapas de su vida, chistes, alegrías, penas, se cuentan anécdotas alegres, etc. Y llega el momento entonces de servir primero, a los que ayudaron, a los parientes y amigos, las comidas y todas las ofrendas que se realizaron, y luego, a los que comienzan a llegar para acompañar a los familiares y amigos.

El 2 de noviembre, luego de comer y beber, es el momento de salir de las casas y visitar el cementerio para llevar las flores y coronas, que fueron realizadas a ese efecto, con diversas formas, colores y tamaños. Algunos también llevan parte de las comidas que prepararon para convidar a los presentes en el “campo santo”, sin distinguir si son amigos o parientes. Es momento de compartir.

 Y así llega el último momento del ritual: al regreso a las casas, se deben levantar las ofrendas y los presentes en general llevan una bolsa o canasta para llevarse a su casa comidas dulces, saladas, golosinas, para comer y compartir.

 Más de 40 grupos indígenas, que superan los seis millones de personas, sostienen rituales asociados a esta celebración

Download PDF
Año - Edición -

No hay comentarios

Agregar comentario