Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

América latina, sus estudiantes universitarios y recién graduados

ISSN 2422-7226

Como todos los años, al comenzar el mes de febrero, miles de jóvenes que recién acaban de finalizar su secundario empiezan una de las etapas más significativas e importantes de su vida: la etapa de la “Universidad”. En ella, los que opten por la educación pública (aspecto que pone a nuestro país a la vanguardia en el mundo, por la equidad social que significa tener universidades de excelencia y gratuitas); hacen que también deban sortear algunos escollos como la masividad y la escasez de algunos recursos que se hacen evidentes en las universidades que mayor cantidad de matrícula poseen. Asimismo estos jóvenes al finalizar su paso por las casas de altos estudios deberán iniciarse en el mundo profesional, aspecto que en la mayoría de la geografía latinoamericana se repite con pagar por varios años de “derecho de piso” hasta poder tener un salario acorde con su profesión.

(Año 1 /Edición Nro. 31 /02 de Febrero de 2015/ Córdoba). El aumento y la masividad de estudiantes universitarios en los últimos 40 años, es a nivel mundial una realidad a la que no escapa Latinoamérica. Multiplicidad de hechos ligados a este tema han generado cuantiosos trabajos, ya que de él se desprenden muchos interrogantes que se sustancian en función de este tema.

¿El ser estudiante universitario y profesional en 2015 significa lo mismo que los años 60? ¿El poseedor de un título de grado en la actualidad sigue gozando el mismo prestigio que a mediados del siglo XX? ¿Los profesionales en Latinoamérica están bien remunerados? ¿Los estudiantes de nivel superior en universidades públicas, gozan de una educación de calidad a pesar de estar insertos en instituciones en las que la masividad es algo característico? Éstas son algunas de las  preguntas que se van disipando en función de los diferentes trabajos elaborados por cientistas sociales de nuestro continente.

En esta nota, que reseño y resumo de un trabajo que realicé para la Revista de Humanidades Cruz del Sur[1], y dada esta etapa del año en que muchos de nuestros jóvenes empiezan la significativa etapa de su vida de la universidad, se quiere hacer una reflexión a partir de una aproximación a aquellos factores que se consideran son necesarios de entender para comprender un poco mejor la educación superior en América Latina.

Los estudiantes Universitarios

La Universidad del siglo XXI no puede ser la misma de siglos pasados. Sería un gran anacronismo pensar en esto. Se deben estudiar muchas variables, las que en su integridad van a posibilitar una educación acorde a las demandas del mercado actual.

El estudiante debe incorporar a su vida factores como la socialización en el contexto en el que estudia; como así también, la operación y  transformación de estructuras mentales acordes al tiempo en el que vive y a los contenidos curriculares dispuestos en las diferentes materias que forman parte de su carrera; y en paralelo a todo esto un aspecto un  que no se puede dejar de lado como lo es el de la inserción de las TIC en el proceso de enseñanza aprendizaje en el nivel universitario y superior. Estos factores y etapas se consideran necesarios para una buena educación que posibilite tener una clara concepción del mundo.

Según la Organización Internacional del Trabajo, en su informe mundial sobre la situación de la  enseñanza superior en el mundo (2005), ésta ha vivido en los últimos 40 años un aumento masivo de estudiantes. Se ha pasado de 13 millones de estudiantes el año 1960, a más de 110 millones el año 2003, y la matrícula se ha doblado en la última década hasta llegar a 58 millones de estudiantes. Además, es importante señalar también la expansión de la educación superior privada, que tiene como tendencia a considerar la enseñanza superior como una mercadería y la dificultad del Estado para hacer frente a esta nueva realidad lo que hace necesario rediseñar nuevas estrategias para la financiación de las universidades

En nuestro continente la población estudiantil es la que sigue:

América del Norte (incluidos México y el Caribe) tiene una población de estudiantes próximo a los 20 millones, tres cuartas partes de los cuales se encuentran en Estados Unidos, mientras América del Sur sólo tiene 8 millones estudiantes, de los que dos terceras partes están en Argentina y Brasil.

El incremento es realmente significativo, pero sin investigar las causas, que pueden deberse a muchos factores, un buen tema de análisis es cuál es la realidad que viven estos estudiantes y cuáles son las representaciones que aparecen sobre su futuro cercano, ya graduados, y con una profesión que no muchas veces es bien reconocida ni remunerada en la totalidad de países que geográficamente se encuentran al sur del Rio Bravo.

La masividad como característica

Como se refleja en la introducción, América Latina no escapó de este gran incremento generado en pocos años de las plazas en las Universidades tanto públicas como privadas.

Este cambio en países como los nuestros, considerados en vías de desarrollo, hizo y hace que en la mayoría de los casos los estudiantes de gestión pública no cuenten con muchos de aquellos aspectos que hacen que el proceso de enseñanza y aprendizaje sea adecuado en pos de un excelente futuro  profesional.

La falta de presupuesto y más aún la perspectiva de un casi nulo aumento de partidas de dinero hacia las universidades en la región, se ve reflejada en algunos aspectos como: edificios anacrónicos respecto de la proporción de cursantes, falta de salones de clases, escaso equipamiento tecnológico y mejoramiento de gabinetes de informática, falta de personal administrativo para atender las constantes demandas de diferente tipo de trámites, despersonalización en el dictado de las cátedras mostrando una proporción muy alta de alumnos por profesor, catedráticos con cargos de dedicación simple, entre otros.

Todos estos aspectos y muchos más que están relacionados o que derivan de alguno de los que se citan en el párrafo anterior hacen que los estudiantes en la actualidad se enfrenten a muchos problemas extras que conspiran con un alto nivel de concentración en lo que es su tarea principal: “la incorporación, el análisis y la interpretación de conocimiento en función de sus futuras profesiones.”

Asimismo y es de rescatar también que muchas de las  universidades de Argentina  consideradas  una fábrica de profesionales, con recintos donde la capacidad  de investigación y desarrollo se dejaron de lado, producto de la anomia de las últimas décadas del siglo XX, a partir de estos últimos años vieron un resurgir o florecimiento de becas que posibilitan en función del alto rendimiento académico de algunos jóvenes incentivarlos a  perfeccionar aún más sus estudios con la finalización de carreras de posgrado como doctorados o maestrías.

Aún falta mucho por hacer pero hay claras señales que el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología busca en este comienzo de siglo ir corrigiendo estos defectos que vienen de muchas décadas atrás y que llegaron a su cúspide en los ´90 con las medidas neoliberales de esquilmar el presupuesto direccionado a la educación pública y gratuita universitaria. El modelo social en gran parte de Latinoamérica se desplazó en esa década hacia el valor mercado y la universidad sufrió los embates del sistema financiero y la lógica de la globalización económica. Es por ello que en ese análisis, se llegó a comprender a la universidad como una parte fundamental de la producción y reproducción del sistema de conjunto.

El bajo prestigio del profesional y su salario devaluado

Sumado a todos los problemas que genera la masividad misma y que nombrábamos en el apartado anterior, un gran aspecto a tener en cuenta, de una importancia simbólica y social fundamental es la caída del prestigio que brinda un título de grado.

Si nos remitimos al uruguayo Florencio Sánchez con su obra teatral “M´hijo el dotor” estrenada en 1903 observamos el prestigio y la importancia que generaba la educación de grado por ser un factor social de movilidad ascendente[2]. La connotación en la época era de gran significación ya que el inmigrante, en su gran mayoría, personas iletradas, veían como su máximo nivel de realización personal, el poder brindarle a sus hijos una carrera de grado que deviniera en una profesión.

En la obra de Sánchez, el nombre connota todo al referirse a su hijo con gran orgullo porque es profesional, pero lo pronuncia mal ya que él, si es que no es analfabeto su nivel de formación en nuestra lengua era básico.

En nuestra época el ser profesional no refleja lo mismo, quizás pasa a ser un atenuante para que el joven tenga una herramienta de donde sostenerse o a la que acudir para no caer dentro de los índices de pobreza que también han aumentado en América Latina quizás en mayor proporción que la misma cantidad de estudiantes.

El factor salarial y el cambio de muchos valores inculcados por la familia han hecho que el joven recién graduado se tenga que enfrentar a situaciones que antes eran impensables.

En el caso de Argentina, muchos convenios colectivos de trabajo reflejan salarios cuantitativamente superiores que los de profesionales recién graduados o de una antigüedad de título media. Es interesante leer el artículo del diario La Nación titulado “Ser profesional ya no garantiza un mejor nivel salarial en el país”, en él se refleja que el salario de una joven médica es casi un 50% inferior al de un chofer de camión, o el caso de un joven ingeniero y un joven analista en sistemas que también cobran un 50% menos que un trabajador del ferrocarril.

En el caso de México, Reforma titula en un artículo de abril de 2009 “Cae 2,3 % en un año el salario profesional”, el texto versa de la pérdida de valor real de los salarios y de las ofertas de bajo ingreso a las que tienen que someterse los recién graduados a fin de obtener alguna remuneración que ayude a costear la inversión de dinero y tiempo que les llevó la carrera.

Siguiendo con Latinoamérica, en Colombia por ejemplo, un artículo del diario El Universal se titula “Los salarios de los profesionales no alcanzan ni el millón de pesos” y otro del matutino bogotano El Tiempo “¿Será mejor ser limosnero que profesional en Colombia?”[3]. En el primero se habla de los bajos ingresos de los recién graduados en el país del café y en el segundo se compara el ingreso de una persona que vive de limpiar parabrisas de autos con el ingreso de una persona que estudio una carrera de grado.

En  el trabajo titulado “Los profesionales colombianos en el siglo XXI, más estudian, más ganan?“ los autores Famé y Vergara (2008) concluyen que: “El crecimiento económico de los últimos años en Colombia ha permitido reducir paulatinamente las tasas de desempleo, pero no ha logrado generar oportunidades de trabajo a un ritmo acorde con el crecimiento de la población activa y en particular con el número de egresados de las instituciones de educación superior.”

Como vemos la literatura tanto de las Ciencias Sociales como los artículos periodísticos sobre el tema, se encuentran fácilmente y se pueden apreciar como una característica de la época en la mayoría de los países latinoamericanos[4].

Como si todo lo que se citó anteriormente fuera poco, a todo esto se le suma la competencia existente entre pares y la necesidad de continuar esos estudios para obtener una carrera de posgrado. Esto último se ve amenazado por la dificultad para poder acceder a esos posgrados por razones económicas y también de tiempo, ya que para obtener una remuneración medianamente digna deben dispensar muchas horas extras en las diferentes profesiones.

Uno de los factores que sobre este último punto han sido beneficiosos con los recién graduados, es el aumento de la oferta de posgrados en sus lugares de origen o la posibilidad de cursar con modalidades, semi presenciales utilizando correo electrónico e internet, pero no hay que olvidar que la mayoría de las universidades o centros de estudios que brindan estas carreras son instituciones privadas. De este modo, uno de los grandes desafíos de las universidades públicas es poder profundizar el uso de esta modalidad, no solo en lo que a la disposición de herramientas tecnológicas se refiere, sino también a nuevos modos pedagógicos que se ajusten a las demandas del contexto actual.

Para finalizar…

Por lo que apreciamos, la educación y la formación académica superior y universitaria fue, es y será sin lugar a dudas el mayor factor de movilidad social ascendente.

El aumento del número de estudiantes es, sin lugar a dudas, otro logro de muchos países de Latinoamérica en los que solamente con un alto porcentaje de gente capacitada y titulada se ve la posibilidad de competir, o de simplemente estar insertos en el contexto internacional de esta etapa de la historia mundial en que la economía y la comunicación, a partir de una profundización en su interrelación, han hecho que la globalización sea la palabra que se considere denominador común de esta porción de la historia universal.

El florecimiento de becas e incentivos en Argentina a partir de 2003 con el aumento del 3,9% al 6,4% en la proporción del P.B.I que se destina a educación, posibilita que muchos alumnos que cursan carreras de grado y posgrado puedan finalizar sus estudios y a docentes e investigadores que cumplimenten doctorados, posdoctorados o que tengan posibilidad de hacer intercambios con universidades del exterior[5].

A todos estos desafíos los debemos encarar con una adecuada planificación estratégica que venga dada en función de políticas de estado a  largo plazo, ya que la masividad deja de ser buena si no hay un suficiente presupuesto para atender y dar una verdadera formación profesional que sirva para que nuestros jóvenes estén calificados de la misma forma que un universitario proveniente de los países del norte.

Así también, debe ser una tarea obligada por parte de los diferentes estados, publicar e incentivar diferentes aéreas del conocimiento prioritarias y con gran demanda de personas tituladas, para que los futuros egresados no sientan al tener el título en su mano y encarar el primer trabajo, que no tienen una remuneración justa que cumpla con el objetivo de darle una vida digna y de compensar tantos años invertidos de estudio en salones de clase abarrotados de personas con muchas carencias, pero ávidos de un conocimiento científico y técnico para un futuro mejor.

Pablo Rubén Tenaglia-Licenciado en Comunicación Social

Docente Universidad Nacional de Córdoba

Becario Doctoral Tipo II CONICET

Colaboración Especial para Observador Central



[1]Tenaglia, Pablo Rubén “Ser Estudiante Universitario en la América Latina del Siglo XXI”  . Revista Cruz del Sur de Humanidades. Año IV N° 8 Buenos Aires. Año: 2014 Págs 599-622

 

[2] SÁNCHEZ, Florencio. M’hijo el dotor. Buenos Aires, Kapelusz, 1969.

[3] www.eltiempo.com.co/vidadehoy/educacion/tiempouniversitario

[4] BUCHBINDER Pablo y MARQUINA Mónica, Masividad, Heterogeneidad y Fragmentación. El sistema Universitario Argentino 1983 – 2008, Buenos Aires, Universidad General Sarmiento, 2008.

[5] Desde finales del siglo XX las Universidades latinoamericanas deben enfrentar procesos como la incorporación de nuevos conocimientos y una nueva forma de competitividad en el saber y saber hacer. Estos procesos conllevan a la formación de recursos humanos con competencias internacionales y esto provoca un crecimiento notable en la cantidad de actividades internacionales en el terreno académico y universitario (movilidad estudiantil, académica, proyectos de cooperación y construcción de redes académicas). Cfr., entre otros, VERA DE FLACHS M.C. Y Teresa de SIERRA, Similares agendas en las políticas de dos universidades latinoamericanas: la UNC y la UNAM, en Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 15/2 (2012), 163-192.  Rafael CORDERA. Temas de la educación superior en América Latina, Edit. Idea Latinoamericana, México, 2007, cap. II, «Los retos de la educación en el mundo»

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