Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

Formación Profesional en Santa Cruz Norte: “Entre el ser y el deber ser”

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En la educación formal, uno de los niveles más discutido y cuestionado, pero a la vez más demandado parece ser la Formación Profesional (FP). Esta se proyecta con una fuerza prometedora, pero sin embargo a pocos años de haberse sancionado la Ley de Educación Técnica Profesional que la cobija, la misma aún se debate entre lo debería ser y lo que está siendo. Aquí proponemos algunos puntos de reflexión crítica para una agenda que reclama profesionalizar el nivel.

Provincia de Santa Cruz. 11/08/2014. No hay ámbito de la vida laboral actual que escape a la mirada de lo que un recurso humano cualificado (competencias profesionales con significación para el empleo) y calificado (acreditación de autoridad y prestigio para un saber) puede brindarle a la sociedad y a los mercados de trabajo. Desde la economía del tiempo, para el desarrollo de una tarea, pasando por un buen uso y mantenimiento de las herramientas y maquinarias de trabajo, hasta la adquisición de capacidades que se orientan a la mejora conductual tanto en el ambiente laboral como en todo ámbito social. Todos estos factores son clave, ya sea que la mirada se concentre en los costos de producción de cualquier empresa o la mirada se concentre en los requisitos necesarios para la promoción del capital humano.

Producto de la Ley Federal de los ’90, la Educación Técnica había sido prácticamente desmantelada, pero de cara a la reforma de la nueva Ley Nacional de Educación, la FP ha recuperado ese viejo anhelo de que los sujetos destinatarios de su educación aprendan un oficio, que aprenden “un saber hacer”. Tal es así, que la FP (Formación Profesional) se encuadra en las normativas vigentes de la Ley Técnico Profesional 26.058/05 que en forma complementaria con la Ley de Educación Nacional 26.206 prescriben la vinculación entre los procesos educativos formales y no formales con especial referencia a los aprendizajes en instancias formativas y de experiencias directas a través del desarrollo laboral y desempeño social general. Por lo tanto, entendemos que: “La formación Profesional es el conjunto de acciones cuyo propósito es la formación socio laboral para y en el trabajo, dirigida tanto a la adquisición y mejora de las calificaciones como a la recalificación de los trabajadores y que permite compatibilizar la promoción social profesional y personal con la productividad en la economía nacional regional y local. También incluye la especialización y profundización de conocimientos y capacidades en los niveles superiores de la educación formal”.

Provincia de Santa Cruz. Algunos antecedentes

En nuestra provincia, se crea en el 2003 la Dirección Provincial de Formación Profesional con el fin de apuntar a establecer políticas educativas orientadas a cumplir con las normativas vigentes, por lo que se crean a partir de allí nueve Centros de Formación Profesional en todo el ámbito provincial, de los cuales cinco son de la zona norte, tres están en funcionamiento y dos en proceso de puesta en marcha. El objetivo es simple, articular educación y trabajo por medio de dos ofertas curriculares, por un lado la Formación Profesional y por el otro la Capacitación Laboral, en ambos casos su sujeto destinatario, adultos y/o personas que ya no pertenecen al ámbito formal y que por diferentes razones no han podido finalizar sus estudios teniendo el sueño de aprender un oficio y/o de poder cambiar su actual profesión.

Este auge de creación de Centros parece estar orientado con exclusividad siguiendo las necesidades de la economía extractivista, tanto del área de la minería tradicional de la Patagonia (Petróleo y Gas), como las economías relativamente nuevas, pero sin tradición en nuestra cultura económica, como la minería de metales y más recientemente con la incorporación de una nueva “vedette” en la economía regional, como lo es la inminente construcción de las represas sobre el río Santa Cruz en la meseta central de la provincia.

En el presente, gran parte de las capacitaciones existentes en FP (Formación Profesional) de Zona Norte están orientadas fundamentalmente a la formación en familias y perfiles profesionales como la ofimática, construcción, metalmecánica e industrial alimentaria, además de una variedad significativa de otras ramas de servicios que constituyen una oferta educativa derivada de catálogos del INET (Instituto Nacional de Educación tecnológica), y que a la fecha presenta una matrícula de alumnos amplia y en sostenido crecimiento. Aun así, la calidad de los conocimientos formativos dirá con el tiempo si estamos frente a un desafío de adecuarnos al mercado y la promoción humana de los sujetos que demandan esta capacitación, o por lo contrario si estamos reciclando seres humanos con baja capacidad de incidencias en el demandante mercado de trabajo regional.

Dudas y desafíos para pensar éticamente en los alumnos de “FP”

Las perspectivas más críticas aducen que los Centros de Formación Profesional se encuentran en una suerte de inercia de lo estatal, atribuyen a sus responsables la inexistencia de una dinámica acorde con las temporalidades empresariales y la de los propios sujetos de aprendizajes. Aducen también un contrasentido entre los intentos de quienes trabajan para disponer de cuadros profesionales que formen y de otros casos en que los centros se han transformado en contenedores de clientes de algún sector de la política. Este doble estatus al parecer estaría siendo posible por la inexistencia de una Junta de Clasificación que en muchos casos relega este nivel a un tratamiento secundario ante la importancia de las Escuelas Técnicas de mayor tradición regional y en otros casos a la designación de su planta funcional sujeta a los climas electoralistas de turno más que a las necesidades reales para su potenciación.

Las perspectivas más optimistas sostienen que si la Formación Profesional en Santa Cruz Norte se encontraría naciendo, entonces hay que despertar para articular valientemente entre una economía de recursos humanos y la realidad social y económica de urgente y vertiginosa necesidad de formación, sostenimiento y perfeccionamiento de recursos humanos locales en oficios. Evitar que cientos de seres humanos de nuestros pueblos no sean mirados como excedente o “mano de obra de descarte”, exige profesionalizarlos con nuevos sentidos de articulación entre lo educativo y lo productivo, en dónde cada ladrillo represente esa pequeña hazaña en donde nuestras futuras generaciones puedan disfrutar de las mieles de llegar a armonizar lógicas heterogéneas: Educación y trabajo. La industria petrolera ya nos ha despojado de algo así como 30 años de inexistencia de formación profesional de excelencia, de nosotros dependerá que en los años venideros dejemos de mirar al norte, para mirar al interior de nuestro reino, dejando de querer ser como ellos, y ser nosotros mismos.

Tal y como auguraba ya hace muchos años, el querido Nelson Mandela, si la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo, la formación profesional deberá constituirse en una de esas armas, pero para que ello comience a concretarse la educación debería comenzar una autoevaluación con la preparación de un examen a futuro que deberá aprobar con excelencia y determinación de quienes oficien de profesores o instructores y quienes se inscriban como alumnos de la “FP”.

Por Melva Rodríguez

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