Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

Al maestro, con cariño: Leopoldo Bartolomé un imprescindible

ISSN 2422-7226

El mundo académico es muchas veces considerado como una “jungla”, “selva”, un sitio donde el evolucionismo predomina como forma de supervivencia. ¿Pero qué ocurre si en el transitar de nuestra vida académica nos encontramos con personas que trascienden su singularidad profesional que entregan su apoyo y respaldo sin pedir nada a cambio?. Con seguridad, esa persona se vuelve un imprescindible. En la presente nota, rendimos homenaje a uno de ellos. Leopoldo Bartolomé a tres años de su partida, fue Director del Programa de Posgrado en Antropología Social y Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Misiones, en 1996 recibió el Premio Konex en Arqueología y Antropología Cultural. Un rebelde, sin trajes ni camisas buscando el “lado salvaje de la vida”, sin lugar a dudas un inspirador de presentes y futuras generaciones de antropólogos en nuestro país y Latinoamérica. 

(Año 2/Edición Nro. 85/31 de Octubre de 2016/Provincia de Santa Cruz)

Corrían los primeros vientos primaverales en la Patagonia Austral, recuerdo bien esa noche. Un día miércoles ya cerrando los últimos escritos y correos de una jornada que me dejaría un sabor amargo. El 23 de Octubre del 2013 el Dr. Leopoldo Bartolomé partió imprevistamente. “Leopoldo,  Doc, Leo, Leoncio, Old Bear, Corazón, Papaleo, Dotor, Leopold” cada uno lo llamaba de manera diferente, pero todos quienes tuvieron el honor y privilegio de conocerlo lo recuerdan de igual manera.  Un antropólogo excepcional, brillante, innovador, transgresor. Un visionario, “el gurú de la antropología”. Un ser humano sensible, generoso…  “el gran anfitrión” el hombre “sensible como un niño, con la sabiduría de un anciano, la frescura de un joven y la ilusión de un adolescente”.

Leopoldo Bartolomé en uno de los momentos más difíciles para las Ciencias Sociales en la Argentina tuvo la visión para ser uno de los fundadores de  lo que hoy es el PPAS (Programa de Postgrado en Antropología Social) un espacio académico que nació desde la resistencia a la más cruenta dictadura en nuestro país y que hoy posee el reconocimiento y jerarquización como la “única en la mejor categoría dentro del sistema de evaluación de posgrados universitarios en la argentina”  y que ha formado a varias generaciones de licenciados, magister y doctores en Antropología Social de renombre a nivel nacional e internacional. Leopoldo fue un emprendedor, un inspirador, un “MAESTRO”. Aquello que lo inquietaba lo hizo “fundar allí, en una tierra hostil dónde no había nada” en 1974 la carrera en Antropología Social. En 1995 funda la Maestría y en el año 2000 el Doctorado. Casi un centenar de Tesis de Posgrado y Doctorados dan cuenta de la trayectoria, entrega y profundas huellas que Leo ha dejado en el campo de la antropología argentina.

La primera vez que me presentaron a Leo, fue también un octubre. Pero ese octubre del 2009 fue de sol y calor, un momento de inicio para algunos, pero fundamentalmente de reencuentros. En el marco de las “VI Jornadas Patagónicas sobre Trabajo y Desarrollo” tuvimos el agrado de escuchar la Conferencia acerca de su visión sobre los ‘emprendedores’. No era la primera vez que Leo venía a Caleta Olivia, pero ya había dejado su impronta. Recuerdo que durante esas Jornadas las presentaciones en power point eran la novedad, todos tenían un su “pen drive” algo para mostrar. Me senté a su lado y como buena anfitriona ofrecí mi compañía, algo nerviosa y tímida (Leo ya era toda una celebridad desde nuestros primeros años de universidad) conversamos. Me contó una de sus tantas historias, me relataba como había participado en una conferencia recientemente donde esas presentaciones con diapositivas interminables se posicionaban en la escena académica. A la pregunta “Usted va a presentar un power point?” respondió “No, yo vengo a transmitir una idea”.  Relató sonriente y con ese humor irónico que tanto lo caracterizaba.

Leopoldo dejó huellas profundas en la Patagonia, no sólo por sus presencias. Sino porque algunos afortunados aventureros (dónde me incluyó) se han trasladado grandes distancias para aprender el oficio de conocer al “otro” diferente, diverso y desigual. Y aunque “Leo” estudió “la antropología por la igualdad humana y no por la diferencia”, ha sido y continuara siendo fuente de inspiración para muchos. Entre las palabras de sus discípulos en su honor destacó “Leopoldo nos cambió la vida”, “ “Fue un MAESTRO”, “El gran anfitrión”, “Nuestro Gurú”… en dónde Leopoldo ponía una palabra, transmitía inspiración para todos “UN AMIGO”. Siempre con un ritual del café de por medio. En sus detalles y simpleza encerraba la grandeza de los imprescindibles. No sólo para la ciencia, sino para los hombres. Esa mezcla extraña de genialidad y amorosidad difícil de hallar, aún más de olvidar.

A finales de 2012 tuve mi entrevista en Tucumán al 1605. Llovía muchísimo, la humedad invadía todo mi cuerpo. Las flores, el calor y ese color verde inhóspito para mi mirada sureña atraparían en mis recuerdos esas primeras imágenes recortadas. Las fotos, los libros y el café. Leopoldo con sus manos extendidas dándome la bienvenida a más de 2.700 kilómetros de mi hogar. Tal y como todos me decían lo académico ocupaba un breve instante. Luego todo fluía, la antropología siempre fue la excusa. “Leo” fue el amigo, padre, maestro, gurú, director, colega, extranjero, peregrino, hippie, rebelde, anfitrión, consejero, padre postizo, jefe, profesor… y lo seguirá siendo en tanto “conservemos su grandeza”.

 

Por Laura Roxana Córdoba  para Observador Central

 

Referencias:

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