Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

Ser docente en la cultura digital

ISSN 2422-7226

(Entre la televisión e Internet ¿Qué enseña el docente?)

Resulta una obviedad a esta altura decir que el avance de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) influyen sobre los contenidos y las modalidades de la Educación formal, informal y no formal en todos sus niveles. No son tan obvios, en cambio, los impactos que pueden tener sobre la valorización social y cultural que ocasionan en la enseñanza escolar en general y hacia el rol docente en particular. En el siguiente artículo se propone reflexionar y profundizar algunos postulados que ya fueron expuestos en las Tesis 4 y 9 en el artículo “Carta abierta a los responsables de la Educación en Santa Cruz”, publicado en nuestra edición del día 15/09/14. Específicamente, pasaremos revista sobre la importancia que se le da al conocimiento escolar en general, al rol docente como enseñante en la sociedad y a la relación de los contenidos con las estrategias didácticas y cognitivas que proponen las TIC.

 

(Año 1 /Edición Nro. 25 /22 de Diciembre 2014/Provincia de Santa Cruz)

La televisión, una supuesta maestra en casa:

La televisión puede considerarse el medio masivo de comunicación por excelencia, sobre todo porque, al apelar a lo audiovisual, el acceso a su contenido no exige necesariamente un manejo de habilidades lecto-escritoras. Tal es así, que no es raro ver niños que tienen sólo un año de vida frente al televisor, debido a la creación de canales cuya programación es exclusivamente para ellos. Dichos contenidos para los más pequeños, se presentan con una clara intencionalidad educativa, orientada a la enseñanza de números, letras, palabras, etc. ahora bien, sería un error conceptual y pedagógico considerar que estos programas por si solos generarían un aprendizaje en el niño, sin el acompañamiento y la orientación de los padres o un adulto.

Algo parecido sucede con aquellos contenidos culturales que proponen canales como Discovery o Encuentro. Buenas fuentes de información, pero que sólo queda en eso si no hay un “guía” o un sujeto con quien plantear dudas, reflexiones y afirmaciones de manera interactiva. Por último, no podía quedar afuera del análisis de los contenidos que se transmiten por televisión aquellos valores asociados al individualismo, al facilismo y al consumismo. La transmisión de estos valores, que son propios de la naturaleza de este medio, preocupan más por la cantidad de la audiencia a la cual llega, que por la calidad del contenido. De allí que las personas que se idealizan y encarnan al éxito, sobre todo desde la industria cultural del deporte (principalmente el fútbol) y la música, no parecen haber necesitado mucho de la educación escolar para llegar a “la cima”.

En cuanto a las formas, la televisión solamente “dice” algo, pero no permite que el televidente también “hable”. Es decir, el espectador cumple un rol pasivo: ante lo que allí se transmite no hay posibilidad siquiera de interrumpir o re-preguntar, el impacto visual tiene más fuerza de verdad que la palabra. Por eso hoy en día un niño que quiere discutir con sus padres utiliza el argumento “lo vi en la tele”, que reemplazaría al que años atrás era “me lo dijo la maestra”.

 

Informática e internet ¿La nueva escuela?

Si hay algo que diferencia a los dispositivos informáticos de la televisión, es que navegar por internet requiere una actitud activa e interactiva del sujeto que la utiliza. Esto es así porque internet pareciera ser una fuente inagotable de información de todo tipo y contenido. Por eso apela a funciones cognitivas como la lectura, la escritura, el diálogo, la comparación, la clasificación, etc.

De allí que internet representa un producto cultural de mayor interés que la televisión para los adolescentes de más edad. En un estudio que venimos realizado desde la Universidad Nacional de la Patagonia Austral a partir del año 2012 sobre las perspectivas de los jóvenes próximos a egresar del secundario de Zona Norte de Santa Cruz, hemos observado que: mientras el 58% manifestó que tiene medio o alto interés en mirar TV; el 85% de los jóvenes encuestados dice que tiene medio o alto interés en usar Internet. Con respecto al acceso a este último, de los jóvenes encuestados hay un 93% que manifestó que accede desde su casa o desde un dispositivo personal (celular). Es decir, el acceso a internet no se presenta como un obstáculo para los jóvenes en situación de aula.

Analizando los usos que hacen de internet estos jóvenes, en al artículo “Internet: La herramienta esencial para el desarrollo en manos de nuestros jóvenes” publicado en la edición del día 25/08/14 en Observador Central, se mencionaba que el 79% de ellos utiliza esta herramienta para investigar y realizar tareas de la escuela o para las redes sociales. Es decir, la gran mayoría de los jóvenes que están transitando por las aulas de las escuelas secundarias de nuestra región, lo utilizan para cubrir las principales funciones escolares.
En definitiva, si la televisión puede brindar contenidos culturales de manera indiscriminada para un público universal de cualquier edad, e internet es una fuente inagotable de información y un espacio de socialización para los jóvenes: ¿Es necesaria la escuela como lugar de aprendizaje y socialización?; ¿Es necesario un docente para que los niños y adolescentes aprendan?

 

La importancia del docente y el lugar que le da la sociedad

Lejos de generalizar o caer en particularismos (porque hay docentes “buenos” y “malos”, como los hay doctores, policías, etc.) hay que reconocer que la importancia de un enseñante es indudable. Y este lugar de enseñante no puede ser reemplazado por un mero aparato, sino que allí debe haber un sujeto. Un sujeto que pueda mediar entre el educando y el conocimiento. Un sujeto que se haya formado (y se siga formando) para comprender a los alumnos, al aprendizaje, a la enseñanza, al conocimiento y al contexto en que estos elementos se unen. Ese sujeto del que estamos hablando, es el docente profesionalmente preparado.

Ahora bien, ¿Qué valoración social tiene el docente? Realmente muy poca. Basta con ver el menoscabo del acto de aprender y la glorificación del facilismo y la “viveza” que hacen en gran medida los medios masivos de comunicación. Todo indicaría que al parecer allí se construyen los modelos identificatorios que se le proponen a los jóvenes; modelos que en muchos casos están más vinculados a aquellos que la sociedad recompensa en virtud de valores como la codicia, el materialismo, la superficialidad, el desprecio por el intelecto y la adoración del poder adquisitivo que trasciende la pertenencia social del educando.
Al respecto, resulta muy ilustrativa la descripción que hace la Dra. Silvia Bleichmar en una conferencia que realizó en 2001: “(…) en los niños pobres (…) los maestros son compañeros de miseria, a partir de lo cual están descalificados como modelo adulto ya que si no pueden vivir mejor ellos, la pregunta que se hacen los niños es cómo pueden enseñar a vivir mejor. (…) en los niños ricos, los maestros son empleados de los padres, de modo que cómo les van a dar crédito si lo que el maestro aprendió no le sirvió para ser jefe de los padres.” (Bleichmar; “La infancia y la adolescencia ya no son las mismas”; 2001)

 

La escuela, los docentes y las TIC…

Resulta entonces evidente la importancia y las posibilidades que suscita el accionar de un docente, de un guía cuya formación está dirigida a llevar a cabo la función de mediador de la cultura y los aspectos característicos de determinada sociedad. Por eso es en el maestro y la educación escolar donde la sociedad deposita todas las expectativas puestas en los jóvenes.
Pero resulta también importante revisar en qué medida el ámbito social le brinda el espacio para que dicho maestro sea considerado como tal. Para que sirva de modelo a nuestros jóvenes, y que éstos no le quiten importancia al proceso de aprendizaje, para que no primen los valores del consumismo, el facilismo y el desprecio por el intelecto. Valores que circulan por los medios de comunicación, que sin embargo pueden ser una gran fuente de información, justamente por su masividad y fácil acceso. Pero para eso necesitamos desarrollar, aunque más no sea la capacidad de poner en duda aquello que esta creado para ser recibido con pasividad.

No se trata de una dicotomía “enseñanza tradicional” vs TIC, sino de incorporar esta última como una herramienta para el aprendizaje. Su uso no debe ser un fin en sí mismo, más bien debe propiciar el desarrollo cognitivo de los sujetos. En definitiva, la tecnología nos permite un avance significativo en el acceso a la información (que no es lo mismo que conocimiento) y gran facilidad en la comunicación (que no es lo mismo que relaciones sociales). La construcción de conocimientos y de las relaciones sociales sigue y seguirá siendo tarea de los sujetos.

Por Mauro Guzmán para Observador Central

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