Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

Memorias vivas, de Montecelio a Argentina

ISSN 2422-7226

Año 7 / Edición XLV / Santa Cruz – Caleta Olivia / 01-11-2021 / ISSN 2422-7226 


Por el equipo editor del Observador Central

Historias de personas, recuerdos de familias, leyendas urbanas, personajes que nos han acompañado y enseñado aún sin saberlo. Mi nombre es Juan Rodríguez, soy nacido en caleta Olivia y soy vendedor de libros desde hace 30 años, es por esa razón que he tenido posibilidad de conocer muchísima gente interesante, con muchos años viviendo en esta tierra, siempre tuve como idea tratar de que mucha más gente conociera todas estas historias que a mí me contaban pero no sabía cómo hacerlo hasta que se presentó esta oportunidad de mano del equipo editor del Observador Central. Me ofrecieron participar en este portal y compartir estas historias de nuestro pueblo, espero que les guste y lo disfruten!! Gracias!!!

En esta oportunidad tuvimos la oportunidad de charlar con Maddalena Brevi, si, así se escribe aunque cuando llegara a Argentina la obligaran a cambiarlo por decirle que no sabía escribir…Esta maestra amorosa que nos recibió en su casa tiene tantas historias por contar pero comenzaremos a presentarla.

Es una de los tantos inmigrantes italianos que llegaron a Argentina con su madre y hermana en 1949, llegó en un barco llamado San Jorge luego de navegar un mes, para reunirse con su padre que había llegado un año antes en busca de un mejor futuro después de la guerra. Había logrado instalarse en el valle de Rio Negro haciendo uso de la costumbre impuesta por el Pte. Perón “Que consistía en recibir una invitación de un familiar, en este caso de mi tío ya eran familiares que estaban asentados luego de que mi abuelo viviera en Argentina por un período de 20 años, este llamado implicaba un compromiso de brindarte alojamiento, comida y asistencia hasta conseguir un trabajo, tal es así que él llegó en 1947 y 2 años después pudimos reunirnos”. Las comunicaciones eran otras por aquellos años y por cosas del destino llegaron a puerto un día antes de lo previsto, el 20 de enero, sin hablar nada de español, dos niñas con su madre asustada y sin saber qué hacer; gracias a que una vecina de su “Montecelio” natal supo de la llegada del barco y fue a buscarlas, ella bajaron y siguieron las instrucciones de las vacunaron y como tenían terror de ir al Hotel de Los Inmigrantes(lugar al que iban en caso de que no los buscaran), terminaron en la casa de otro vecino, el peluquero de su pueblo italiano, Don Margozzi, quien en vida fuera el padre de Darío Vittori. Hace un alto para contar sus primeros impactos con esta nueva vida: “Salí de Italia en Invierno, llegué un 20 de enero con un calor de locos y el segundo impacto fue el olor, el olor de una chuleta a la plancha” cuenta que allá además de ser un lujo en esos momentos, se lo cocinaba al fuego, en una parrilla y afuera, es diferente…

Al día logran reunirse con su padre “El recuerdo que tengo de ese día es estar vestida como muñeca, recién bañada, con vestido de orgaza y con una mezcla de sentimientos porque llevaba dos años sin verlo cuando él se vino yo tenía menos de cinco años, recuerdo verlo en el marco de la puerta al fondo de un pasillo largo del conventillo”, ahí comienza la segunda aventura el viaje en tren, un viaje de un día y medio hasta llegar a Ayen, allí un nuevo choque de cultura: “Salió de noche, con las ventanas abiertas y nos dormimos, al otro día nos despertamos y estábamos hechas unos monstruitos, todas negras por el hollín de la máquina a carbón, recuerdo a mi mamá tratando de arreglarnos” llegaron un 29 de enero y fue otro choque de cultura, una familia que si bien eran los mayores italianos, la nueva generación era Argentina: “Primer choque, el idioma, tenía un mes antes de empezar las clases, además vivíamos en el campo, cero contacto con chicos y gente, agregado que iba a una escuela rural” “Compartí escuela con muchas etnias, hijos de alemanes, franceses, aborígenes y mestizos, y un día llego yo, imagínate, primer día de clases, rubiecita, más gordita, con pollera cortita, puntillitas, enaguas y bombachita con puntillas y medias con zapatos tipo guillerminas y 2 moños en la cabeza, imagínate era un bicho raro…y las maestras, con poca táctica, ¿¡qué hicieron!? me subieron a una mesa y me levantaron el guardapolvo con tablitas, almidonado como cartón, y yo no entendía nada… un lugar en dónde no entendía nada de lo que me decían, con un montón de caras extrañas que no sabía que existían, la escuela y que mi mamá me enseñó que nadie tenía que levantar la ropa…lloré y no quise volver”. “Pero mi mamá al otro día me volvió a preparar y me llevó con una prima que ofició de traductora para saber qué había pasado, así que volví a la escuela y yo creo que todo fue fruto de la curiosidad que despertaba ser un bicho raro” agrega.

Aquí viene una anécdota que nos permitirá hacer un cierre a esta primera etapa de vida de Maddalena, ella hoy está casi a punto de cumplir 80 años, lleva 63 de su vida en suelo caletense pero todos estos relatos tienen un fin didáctico, como buena maestra que ella es, para hacernos reflexionar sobre que lo nuevo, lo diferente, lo distinto, no siempre es malo, simplemente es algo nuevo y ella lo vivió en carne propia: “Una semana de clases llevaba y la maestra nos entrega los cartelitos con los nombre para aprender a escribir, manuscritos con tinta heliográfica y con mis 7 años yo sabía que mi nombre se escribía con doble D y me decían que era una burra que no sabía escribir…  tuve un primer inferior muy traumático hasta que aprendí el idioma” y allí empieza otra página de su historia, una que la acerca más a la Patagonia santacruceña.

Moraleja: En nuestras escuelas, cotidianamente vemos “bichos raros”, y debemos ver que son personas que tienen mucho para enseñarnos, que cada migrante que llegue a Caleta, o cualquier otra localidad, sea más una ventana a otra forma de vida que una persona para adaptar a un cuadrado…

Hasta la próxima y muchas gracias por su tiempo Maddalena, aunque hoy sea Magdalena Brevi…

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