Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

Tengo un impostor en casa, mi tortuga

ISSN 2422-7226

Año 5 / Edición XXXV / Caleta Olivia / 5-10-2020 / ISSN 2422-7226

Por: Runachay Fauna

Conservando las tortugas, a paso lento pero firme

Hoy venimos de la mano de Leonardo, Rafael, Miguel Ángel y Donatello para seguir hablando de una lucha que nos involucra a todos, el tráfico de fauna silvestre. Como se imaginarán, vamos a hablar del grupo de animales que se conoce gracias a grandes interpretaciones actorales como la de nuestros amigos nombrados al comienzo, Franklin, Manuelita, Chiqui y Crush, entre otros: las tortugas. A su vez, las conocemos como las criaturas más pacientes, tolerantes y sabias del mundo; representantes de longevidad y serenidad en numerosas culturas alrededor del mundo.

Pero, biológicamente hablando, ¿quiénes son las tortugas?

Dentro del grupo de los reptiles, las tortugas forman el Orden Testudines, que agrupa a la gran diversidad de tortugas de ambientes acuáticos y terrestres. Son el grupo de reptiles más antiguo que existe, ya que sobreviven desde el Triásico (260 millones de años) hasta la actualidad. Como todos los reptiles, las tortugas no regulan su temperatura internamente (a estos animales se los conoce como ectotérmicos), por lo que su actividad metabólica depende de la temperatura externa o ambiental. También mudan la piel; sin embargo, a diferencia de los lagartos y serpientes, lo hacen poco a poco. 

¿Qué diferencia a la tortuga de los otros reptiles?

La característica por excelencia que las destaca en este gran grupo es su caparazón. Esta estructura varía de colores y terminaciones según las especies y el tipo de hábitat en el que viven. La función principal es defensiva, protegiéndolas sorprendentemente de depredadores con gran fuerza de mordida, como los cocodrilos o yaguaretés. Sin embargo, hay estudios que indican que originalmente la función del caparazón podría haber sido para excavar en la tierra y sobrevivir a las duras condiciones climáticas que había (recordemos que hace 260 millones de años, las condiciones de la tierra no eran las mismas que las actuales).

Esqueleto de tortuga terrestre – Foto: Cmglee

El caparazón, ¿qué parte del cuerpo es?

Podríamos decir que tiene dos partes, una interna formada por placas de hueso (si, el caparazón es parte del esqueleto de las tortugas) y otra formada por escamas de queratina (como nuestras uñas!) que le dan dureza y rigidez, y que es lo que vemos externamente en estos animales. La parte ósea del caparazón está fusionada con la columna vertebral y las costillas, lo cual limita mucho el movimiento en estos animales. En otras palabras, el caparazón sería una prolongación de la caja torácica.

En el caso de las tortugas marinas, los caparazones varían según la especie, pero una característica distintiva es que no pueden retraer su cabeza ni sus extremidades dentro del mismo.

¿Dónde habitan?

Las tortugas habitan tanto ambientes acuáticos (lagunas, ríos, mares), como terrestres. Las tortugas marinas se distribuyen solo en mares tropicales y subtropicales, ya que como dijimos antes, son animales ectotermos y dependen de la temperatura exterior. Algunas especies son migratorias, por lo que es común verlas en una costa en la época de alimentación y en otra costa del otro lado del mundo para reproducirse, pero la característica que une a todas las tortugas marinas es que dependen de tierra firme para poner sus huevos, ya que las hembras preñadas vuelven a las playas donde muchos años atrás ellas mismas nacieron. Esto las hace muy susceptibles a los cambios ambientales en las zonas costeras donde nidifican. Por otro lado, las tortugas terrestres o de agua dulce suelen tener una distribución más acotada, llegando a formar endemismos (que sólo se encuentran en un área determinada). Su alimentación varía según la especie y el hábitat, pero la mayor parte de las especies terrestres son herbívoras, alimentándose de plantas, frutas o verduras, mientras que otras pocas son omnívoras (comen insectos, caracoles, lombrices, además de vegetales). Por su parte, dentro de las tortugas marinas encontramos especies herbívoras, omnívoras y hasta carnívoras, alimentándose de algas, corales, medusas, peces y crustáceos.

Tortuga Tigre de Río (Trachemys dorbigni) – Foto: Nicolás Giorgio.

En Argentina contamos con 14 especies de tortugas, la mayoría pertenecientes a hábitats acuáticos terrestres, como ríos y lagunas. Adaptadas a las saladas aguas del mar contamos con cuatro especies que habitan o visitan nuestras costas, mientras que dentro de las terrestres hasta el momento se definen tres especies. Vamos a nombrar e ilustrar algunas para que sigamos conociendo nuestra fauna.

Empezando con las especies de agua dulce, tenemos la Tortuga Tigre de Río (Trachemys dorbigni) que habita zonas de Entre Ríos, Corrientes y Buenos Aires (incluyendo Capital Federal), y la Tortuga Canaleta Chaqueña (Acanthochelys pallidipectoris) que es una tortuga característica del Gran Chaco (Salta, Formosa, Chaco, y norte de Santa Fe). Sin embargo, gracias a la actividad humana, se la encuentra en Mendoza, por la liberación de ejemplares cautivos. También tenemos a la Tortuga Cuello de Víbora (Hydromedusa tectifera) y a la Tortuga de Laguna (Phrynops hilarii) de amplia distribución en la región noreste de la República Argentina; y ¡Oh, sorpresa! con una población establecida en Mendoza por cuestiones humanas.

Tortuga de Laguna (Phrynops hilarii) – Foto: Tomás Aguirre

En las costas argentinas podemos nombrar a la Tortuga Caguama (Caretta caretta) y a la muy conocida Crush de Buscando a Nemo, o como mayormente se conoce: la Tortuga verde (Chelonia mydas) que llega a las costas de Buenos Aires, Rio Negro y Chubut.

Ahora bien, dentro de las tortugas terrestres tenemos a la popular Tortuga Terrestre Chaqueña (Chelonoidis chilensis) que se encuentra en el norte y centro del país, llegando hasta Chubut.

Tortuga Terrestre Argentina (Chelonoidis chilensis) Foto: Gabriel Orso

Mascotismo vs Conservación

Como siempre decimos: todas las especies tienen un rol dentro del ecosistema que integran y forman redes de interacciones con otras especies. En el caso de las tortugas terrestres por ejemplo, muchas especies consumen frutos y participan en la dispersión de las semillas, ya que luego las depositan lejos de la planta madre a través de las heces. De hecho, algunas tortugas tienen asociaciones muy estrechas con ciertas plantas y son el único mecanismo conocido de diseminación de las mismas. Otro ejemplo son ciertas tortugas de río carroñeras, que suelen tener el rol de limpieza de los sistemas acuáticos ya que, al alimentarse de carroña, eliminan potenciales focos de contaminación para otras especies, incluso el ser humano.

A nivel mundial se habla principalmente de las especies de tortugas marinas, muchas de ellas bajo programas de conservación y gracias al enorme trabajo que se viene realizando hace años, se está logrando recuperar ciertas poblaciones. Sin embargo, existen todavía muchas amenazas para estas tortugas, tales como la contaminación por basura (principalmente plástico) en los océanos y las playas donde nidifican o el calentamiento global. En el caso de este último, la temperatura de los nidos es un factor clave para determinar si las crías que eclosionan de los huevos serán machos o hembras, y un aumento de un par de grados en la temperatura de la arena podría llevar a que casi todos los nacimientos sean hembras, la mortandad de todos los huevos o cambios en el comportamiento reproductivo.

Si bien Argentina cuenta con especies marinas de tortugas, las que presentan mayor amenaza hoy en día dentro del país son las poblaciones de la tortuga terrestre. Como sucede en muchos países en vías de desarrollo, contamos con una gran biodiversidad a lo largo de Argentina, lo que nos convierte en una fuente de animales silvestres que son “consumidos” por los países desarrollados. Dicho consumo no necesariamente se refiere a la alimentación, sino también al consumo de animales como mascotas. En particular, las tortugas terrestres son de los animales más populares a la hora de elegir una “mascota”, causando que estas especies entren en el tráfico ilegal y el mascotismo. Si bien existe un consumo de otros países, los argentinos y argentinas no nos quedamos atrás.

Solo en Argentina, la oferta de tortugas como “mascota” se estima en el orden de los 70.000 ejemplares por año, y a pesar de este número enorme, se estima que la demanda es mucho mayor. A esto habría que añadir la exportación realizada, frecuentemente, hacia países donde la legislación es mucho menos severa en estos temas, como Estados Unidos o países de la Unión Europea.

¿Y si nos cuestionamos cómo llega nuestra “mascota” a casa?

El camino que recorren estos animales es largo y en condiciones deplorables. Tan así que, de cada 10 animales extraídos, sólo sobrevive uno. Todo comienza con nuestro deseo de adquirir una tortuga (o cualquier animal silvestre), lo que genera una demanda en el mercado (ilegal en este caso). Es por esto que el tráfico ilegal inicia desde el hogar. La tortuga terrestre es una especie protegida por Ley y su distribución y venta están prohibidas (Ley de Fauna 22421/81). La extracción suele quedar en manos de habitantes de las zonas rurales, quienes capturan crías e individuos juveniles mayormente, y las ofrecen al costado de rutas nacionales y provinciales. Pero el mayor flujo de animales se da al vendérselas a comerciantes (le pagan menos de 50 centavos de dólar por tortuga) que participan en la cadena de tráfico ilegal de la tortuga.

Decomiso de Tortuga Terrestre en la terminal de Santiago del Estero (2016) – Fuente: Seamos Mas Animales

Económicamente hablando, el tráfico ilegal de fauna produce en nuestro país un movimiento de al menos U$S 150.000.000, pudiendo llegar hasta los U$S 400.000.000 (según la Policía Aeronáutica). Es válido aclarar que esto incluye a todos los animales salvajes traficados y que toda esta suma de dinero no genera beneficios en divisas al país; la ganancia queda para los líderes del sector del tráfico ilegal de fauna, siendo utilizada entre otras cosas para pagar sobornos en puntos de aduana y control. Existe un interés en sacar de Argentina a estos animales, ya que cada tortuga puede valer en, por ejemplo, New York hasta U$S 35,00 o más, lo cual sigue siendo un precio modesto ya que el comercio de especies se rige por el principio de «cuanto más raro, más caro».

Cuando una tortuga entra en contacto con un ambiente como el de nuestra casa, donde hay humanos, perros y gatos, se expone a enfermedades que en silvestria no encuentra. Antes de cumplir el tercer año de cautiverio, el 80% de los animales muere. Los motivos pueden ser varios y van desde enfermedades infecciosas (incluso pudiendo contagiar a los menores de la casa), patologías directamente relacionadas con déficits alimenticios (porque solemos pensar que con lechuga basta), que pueden dejarlas ciegas o con malformaciones del caparazón, ataques de animales domésticos, entre muchas otras.

Entrega voluntaria, especímenes adultos y juveniles de Tortuga Terrestre (2019) – Fuente: La Ventana San Rafael

Dicho esto, podemos imaginar que la rehabilitación de las tortugas cautivas, en caso de ser rescatadas de los hogares, no es una tarea sencilla. La escasez de centros especializados y planes específicos de reintroducción en el medio silvestre, hacen que el destino de los ejemplares decomisados sea un auténtico problema. Generalmente son los zoológicos los encargados de acoger a estos animales. Otra práctica muy habitual es soltar a los ejemplares en el campo, pero una práctica totalmente desaconsejada ya que tiene riesgos para las poblaciones silvestres de tortugas. Esto se debe a que las tortugas liberadas pueden ser portadoras de enfermedades que se contagiaron en los hogares y para las cuales no existen anticuerpos en la naturaleza, pudiendo originar una grave mortandad en las poblaciones silvestres (sería como desencadenar una pandemia entre las tortugas).

Aunque parece que estamos en un camino sin salida, durante los últimos años se han realizado muchos trabajos por parte de las autoridades competentes y las organizaciones conservacionistas, lo que ha introducido numerosas trabas a una actividad que, antaño, se realizaba con total impunidad. Si bien la exhibición en veterinarias ha disminuido y hay un poco más de conciencia en los compradores de mascotas, las redes sociales han pegado el batacazo a la hora de facilitar la venta ilegal. Por lo que hay que tener mucho cuidado y denunciar a las autoridades correspondientes estas actividades. Según algunos datos, en lo que va del año, el tráfico de fauna ha aumentado durante la pandemia. Esto nos pone en una situación donde el compromiso con nuestra fauna y el ambiente es clave.

Fuentes consultadas: Prado, W.S., Waller, T., Albareda, T.D., Cabrera, M.R., Etchepare, E., Giraudo, A.R., González Carman, V., Prosdocimi, L. & Richard, E. (2012) Categorización del estado de conservación de las tortugas de la República Argentina. Cuadernos de Herpetología, 26 (1), 375–388.

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